Cuando yo era chica de alguna forma llegué a la conclusión de que mi objetivo en la vida tendría que ser encontrar mi lugar en el mundo. No se de donde lo saqué ni porqué ésta se convirtió en la misión oculta; si fué algo que me dijo mi mamá ó si lo escuché en una historia o si es una respuesta psicológica a alguna de esas cosas medio torcidas y difíciles de entender. La cosa es que buscar mi lugar en el mundo era hasta hace poco, lo que yo creía que era mi chamba de vida, el objetivo final al cual debía llegar, eso que te pones a hacer de mañana a tarde a través de tu vida y si tienes suerte cuando seas grande y sabia, podrás compartir con tus hijos y nietos. Cabe mencionar que yo también creía que esto era justo lo que andaba haciendo todo el mundo y asumir esto me hizo sentir segura por mucho tiempo, porque yo estaba buscando lo que yo suponía que todo el mundo estaba buscando, así como cuando van las hormigas en fila cargando palitos, si no te sales de la fila seguro llegas a donde todos van.
Quiero aclarar que no estoy hablando de el cuento de hadas donde a la niña princesa le enseñan que tiene que encontrar al niño príncipe de buena familia (los de buena familia no fueron sapos antes) para vivir en el castillo con los futuros príncipes chiquitos que crecerán para buscar a sus respectivos principitos. No, este lugar aunque sí incluía una versión de eso, era mucho más grande y complejo y no me importaba tanto el castillo. Era teóricamente el lugar en donde me estaba esperando la felicidad y el éxito que me tocaban por derecho, casi como la lotería.
Como pueden ustedes imaginar fui planeando mi ruta de vida con este objetivo en mente. Las escuelas donde estudié, las ciudades que visité y en las que viví, los restaurantes donde trabajé y los libros que leí todos eran de alguna manera guías que me llevarían al lugar prometido y abstracto al que yo debía llegar. Todo el tiempo vivía en un estado de busqueda, con la anticipación emocionada y casi siempre acompañada de la desilusión de no encontrarlo. Cuando mi mamá murió hace unos años perdí la claridad de donde estaba yo y por lo tanto la cercanía con este fabuloso lugar. Cuando me fuí a estudiar cocina a Nueva York y por fin creí que vivir y trabajar en esa ciudad eran "mi lugar en el mundo" y unos años después me deportaron (historia para otro día) volví a sentir el fracaso de no haberlo encontrado todavía. El cuate aquel con el que no me casé... Empezaba a parecer que en la carrera de encontrar mi lugar, iba yo perdiendo. Y peor aún... iba tarde.
Todo esto y seguramente más, me obligaron a reflexionar acerca de este lugar al que se supone que yo iba: donde esta? quien me lo anda escondiendo? Por qué es imposible de encontrar? Será que ya lo había encontrado y lo perdí sin darme cuenta?
Después de una seria revisión interna y de mucho escarbar dentro de mi cabeza, ver los documentales recomendados y leer algunos libros que suenan iluminados... resulta…. que no lo tienes que encontrar. Que ya lo tienes. Que ya lo tengo. Que la misión no es encontrarlo, sino elergirlo, construirlo y celebrarlo. El lugar al que pertenezco en el mundo resulta que no es una casa, un trabajo, otra ciudad, una persona ó un negocio.
Hoy agradezco poder afirmar (con cautela porque luego resultan cosas...) que mi lugar en el mundo es más bien un estado personal que por supuesto incluye personas importantísimas como mi familia, mis amigos, algunos sensei y mi equipo -esta a la que yo llamo "mi gente"- mi lugar en el mundo es en realidad un estado de certeza al saber, con profunda seguridad, que donde esté voy a estar bien y sobretodo, que quién yo elija ser en este lugar también está bien. Ahora siento que tengo un lugar porque yo me doy un lugar, porque yo escojo mi lugar en el mundo. Para muchos esto podrá sonar obvio y hasta un poco irrelevante, pero para mi es un momento de profundo “ajá”! que le ha cambiado el sentido al camino.
He estado persiguiendo la forma en que me siento ahora, confundiendo esta certeza con un lugar físico. Un lugar que ahora entiendo que nunca iba a encontrar porque estaba buscando afuera, lo que solo existe dentro de mi. Después de darme cuenta de esto he pasado por un enorme rango de emociones que van desde: alegría pura y profunda sin una razón aparente hasta preocupación de volverme a confundir y perder esta certeza y mucho miedo de estar equivocada de mi descubrimiento, cuando encuentro que otras personas siguen en la búsqueda de un lugar físico.
No todos los días tengo la claridad que tengo en este momento de que en efecto, encontré una verdad que es cierta para mi aunque no lo sea para todos, pero sí he encontrado que puedo tener más de estos días y con más frecuencia, porque ya no me permito regañarme tanto en los días en los que me vuelvo a sentir perdida. La seguridad de que puedo regresar a esta certeza, resulta... que es el lugar perfecto en mi mundo.
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